El amor, en cambio, no necesita de adornos o aniversarios, prescinde de anillos y detesta las serenatas y las burbujas del champagne.
Y mientras el romanticismo se empeña en decorar las noches con su magia guionada y sus postres empalagosos, el amor crece al costado de una maceta o en las esperas q

El romanticismo habla mal del amor. Como un poeta tartamudo, un pariente latoso, una vieja pintarrajeada. El romanticismo es el defecto cursi de los amantes sin paciencia.